EL REMATE DE LA VIDA
La casa Shelby y Cía. Gozaba de un bien merecido prestigio.
Fundada en 1882 por James Shelby, anciano retirado en Buenos Aires de las fatigas del campo, contribuyó al aprovisionamiento de la industria inglesa, cuando la rivalidad Norte-Sur y la guerra de Secesión ponía en peligro la producción de algodón, lana, cereales, y un inaudito retroceso industrial amenazaba a la metrópoli.
A diferencia de otros propietarios sajones, absorbidos por los grandes pools o resignados al papel de meros testaferros, los Shelby supieron orientar la proa de su comercio, virando el timón para aprovechar las corrientes del auge, que como es sabido, derivan de uno a otro ramo.
Ductilidad, temple para enfrentar circunstancias adversas heredada del venerable fundador.
James Shelby había llegado al Río de la Plata con la invasión de 1807, finalizado el hecho patrio resolvió, entre otros, quedarse en la tierra que lo había rendido.
Un temperamento díscolo se adecua mal a la disciplina, se había enganchado al ejército porque en las sórdidas callejuelas donde los pilluelos desarrollan sus actividades el aire ya no le sentaba.
Los oficiales vencidos y aquellos de la tropa cuya instrucción alcanzaba a distinguir los caracteres alfabéticos y a dibujarlos temblequeantes, se enriquecieron en los negocios, o en fructíferas alianzas matrimoniales. Pese a haber dejado el uniforme seguían constituyendo una pléyade mercantil de avanzada.
James, rústico iletrado, sólo sabía borronear su nombre lo que lo relegaba a funciones secundarias.
De allí que prefiriera largarse a la aventura. El ambiente de La Pampa, le brindaba la libertad necesaria para desarrollar sus energías naturales. No mataba para comer como los indios, sino que mataba indios para acumular.
Extraña dualidad nacional de los Shelby. James gaucho como el mejor, recorre sus posesiones a caballo e inglés al fin, instala varias pulperías y almacenes de ramos generales para proveer de vituallas a los pobres expedicionarios al desierto, a cambio de las tierras con que la Nación Argentina los habría de recompensar.
El patriarca fallece a los ochenta años rodeado por su familia acongojada y la consideración, acrecentada como su fortuna, de la comunidad.
El patrimonio pronto queda a buen resguardo. La personalidad sanguínea de los sucesores confiere a las decisiones de la empresa un fuerte carácter. Advierten que el comercio de exportación es controlado desde el exterior y limitan el riesgo mediante el refuerzo de los vínculos con los productores locales.
Como estancieros e intermediarios detentan la confianza de ambos sectores, ante ellos se abren posibilidades ilimitadas.
Extienden su acción a los más diversos rubros:
banqueros, financistas, consignatarios de hacienda, cerealistas,
martilleros de los reproductores elegidos en los cértamenes rurales,
agentes de propiedades, etc. Socios dilectos del Jockey Club,
pioneros en la introducción del pura sangre de carrera,
imponen el remate público de los ejemplares criados en los haras del país.
Un solo hombre no podía abarcar tantas materias. La dirección de la empresa se transforma en colegiada, cada uno se dedica a la tarea para la que está dotado, se convierten primero en probos especialistas y luego en sedimentados dirigentes.
Celosos de lo que hoy se llama relaciones públicas, facilitan la asistencia externa a reuniones del colegiado preparadas de antemano. La serenidad y madurez con que se desarrolla la discusión en ese ambiente severo, enormes salones amueblados al estilo victoriano, impresiona el ánimo de los invitados: legisladores, gobernantes, científicos, actores, periodistas, etc.
Los Shelby podían permitirse a los ochenta años abandonar la atención de los negocios (James había laborado toda su vida por la prosperidad de la familia), para disfrutar en paz los años que les quedaran, o dedicarse a entretenimientos afines a sus idiosincracias.
Un exquisito buen gusto hacía que coincidiese el retiro a la presidencia del directorio y el de la vida pública. Ambos acontecimientos eran festejados finamente, con obsequios a los amigos y clientes que alcanzaban real magnificencia.
Cuando se retiró quien tuviera a cargo la consignación de hacienda se organizó una venta en la que, además de agasajar a los compradores con pantagruélico asado , se les entregaba por cada animal macho, una hembra y viceversa. Cuando le tocó al de la agencia de propiedades, se invitó a los compradores de lotes en Bariloche a hospedarse en el hotel Llao-Llao por cuenta de la empresa.
¿ A quien se le habrá ocurrido contratar geishas en el Japón, suaves como palomas, para agasajar a los armadores de la Línea Marítima?
Sin embargo, no todas eran flores, algunos jóvenes perdían el rumbo y se entregaban al libertinaje que el oro depara. Pacientes disposiciones les permitían volver al redil una vez amainados los bríos; y como renovarse es vivir, la experiencia común se enriquecía con la del pecador. Sintomáticamente los dirigentes más talentosos, aquellos capaces de dar un golpe de mano inesperado, dejando a todo el mundo con la boca abierta, o en pelotas, fueron los que en su juventud dieron más trabajo.
Jorge Shelby, George por supuesto, concluidos los estudios gozaban de albedrío para elegir el sitio donde estudiar, se dio una vuelta por el barrio latino de París. Diez años después lo rescataron con la salud quebrantada y una tendencia a la perversión más o menos oculta. (El tango menta francesitas que quedaron desamparadas).
En Buenos Aires la empresa aprovechó sus indudables conocimientos gracias al auge de los negocios de arte y antigüedades. Pintor daltónico, un agudo instinto le permitía adivinar que autores verían valorizadas sus obras, mediante una difusión efectiva y sutil. Ensayista soporífero, sabía ornar con palabras cualquier cachivache sugiriendo la pátina del tiempo y hasta el brillo heroico si la cotización lo demandaba. Disipado derrochon, aconsejaba invertir en mercadería espiritual a los poseedores de ahorros clandestinos, para sacarlos del país eludiendo el pago de impuestos.
La inspiración bohemia acompañaba su personalidad, aunque en la larga travesía, un abismo de kilómetros y medio siglo, de la nostalgia también se hubiera olvidado. Cuando paseaba su elegancia por Florida, rumbo al Jockey, o a la aristocrática recepción, lucía una blanca cabellera voladora que atraía la mirada de los transeúntes, o millonarios danzantes. Natural originalidad cuidadosamente diagramada por el peluquero. Las figuras que visitaban el país no podían resistir la tentación de conocerlo.
Aspiraba a la presidencia del clan pese a que los retrógrados, en todas las familias los hay, se resistían a confiarle su destino. Los Shelby eran respetuosos de las leyes divinas y profanas, en el mismo año nacieron siete, uno de ellos alcanza el honor. George pospuso sus aspiraciones hasta que el Cielo concede al primo la gracia de llevarlo en aura de beatitud. Entonces debe asumir la pesada obligación de completar el periodo, apenas unos meses.
Tanto esperar la culminación de la vida para celebrar los festejos en forma tal que resultaran inolvidables y llegado el momento la melancolía, por sobre las convenciones, mostraba su rostro fiero.
En blanco, vacío, mejor dicho lleno de menudas cavilaciones inconducentes, para disimular la inercia, forzaba la voluntad y a duras penas se arrastraba hasta entrar a la oficina.
Ni las grandes damas de varios apellidos venidos a menos y carnes todavía palpitantes, acercadas con discreción por los Directores, consiguieron sacarlo del mutismo. Esfinge sonriente que engañaba a quienes por interés, o indiferencia, querían ser engañados. Mientras permaneciera alejado de la conducción de los negocios podían respirar tranquilos, que hiciese lo que se le diera la gana.
Y hubiera terminado cubierto de polvo en un despacho solitario si de súbito, a escasos días del evento, no recobra energías.
Su decisión sacude hasta los cimientos de la casa. Proyecta realizar una excepcional subasta en la residencia donde exponen antigüedades y obras artísticas.
¿No iría este loco a malvender las preciosas colecciones? La prevención cobra cuerpo al negarse a elegir las piezas a ofrecer y a la confección del catálogo. Pretendía suplir, como en la Comedia del Arte, el esquema con la improvisación inspirada.
Los Directores temerosos, envían apresuradamente a restaurar las obras más valiosas, otras son puestas a buen recaudo en la caja de seguridad central, se fragúa la enajenación de pinturas flamencas, sugieren dudas acerca de la autenticidad de los incunables. Consiguen que la Cámara de Senadores trate en sesión de tablas un proyecto que prohibe la exportación de reliquias históricas. Así y todo, el conjunto de lo que queda tiene un enorme valor.
Realizaron esas maniobras entre gallos y medianoche, pero un rumor que se cuela y otro que se filtra, excita las pituitarias de los que perciben en el aire el olor de la rapiña, por lo que la intriga alcanza nivel de secreto a voces.
El remate debe realizarse en un atardecer de octubre antes de la caída del sol. ¡Oh pinos de Fiésole. retoños de aquellos a cuya vera los Médicis recordaban a las musas, un nuevo Lorenzo el Magnífico se apresta a deslumbrar al mundo!
Los asientos ubicados en el parque de la residencia, bajo la sombra de los pinos, pronto son colmados por los parientes, quienes aspiraban a reparar la posible porción de pérdida comprando lo que se ofrezca barato.
Para entrar con invitación especial hasta los miembros conspicuos de la sociedad afrontaron serias dificultades, que no decir del público en general.
Los miles de curiosos y posibles compradores establecieron cerco en torno a la verja. Era tal la presión de la muchedumbre que el tramado de hierro, pese a su solidez, amenazó con venirse abajo.
Por los altoparlantes procuraron suavizar la tensa espera anunciando que el acto se desarrollaría desde un balcón exterior, decisión aplaudida calurosamente.
Un grupo de hippies entonaba canciones en agradecimiento y se entregaba a frenéticas danzas juveniles.
La distención fué aprovechada por miembros de la liga de los remates, su negocio marginal consiste en ofertar hasta que los interesados acepten coimear su renuncia, o renunciar a su vez en para que la ligapudiera comprar a bajo precio.
Los disturbios no cesaban, reclamaron por la distancia a la que observarían los objetos. Los altoparlantes reiteran que se les daría el tiempo necesario. Finalmente, con sensible retraso, se daría comienzo.
Un silencio expectante sucedió al descomunal bullicio. Manchado de ocaso y estático el público parecía una comunidad obsesionada por una idea fija, los carteristas hacían su agosto.
Cuando apareció en el balcón George, vestido con túnica blanca, la frente ornada por orquídeas, una ovación estruendosa lo saludó. En la platea los aristócratas, de pié, batían palmas en honor del homenajeado; la turba vitoreaba su nombre.
Con solo alzar la mano sarmentosa acalló las voces. Agradeció emocionado la presencia multitudinaria y se inclinó ante el público, jamás una subasta había alcanzado ese marco, luego con tono pausado hace gala de erudición y memoria, recuerda las más importantes que se realizaran en el pasado, los objetos subastados e cada una y hasta los valores resultantes.
La armoniosa exposición obró como un bálsamo tranquilizador, George supo conquistar a la audiencia.
De explotarse adecuadamente ese clima podrían alcanzarse valores elevados.
En los rostros demacrados de los parientes, largos días y noches sin dormir, se dibujó una sonrisa.
Poseído de su rol el orador los retrotrajo a la creación...:-En el comienzo fue el verbo...Adán y Eva, un hombre y una mujer.
(George predicador, je je je. En vez de esconder los Sevres quizás hubiera convenido ofrecerlos también. Ojalá venda toda la porcelana de Verbano.)
¡Este tío incorregible! Anuncia que va a vender el amor.¡Otra humorada, o ironía, o...!
A la gente le hizo gracia y lo celebró jubilosamente.
-¿Por qué se ríen?- George asumió la paciente actitud de quien sabe más - ¿Acostumbran a considerarlo un sentimiento? ¿Dudan que se trate de una mercancía?
(George moralista, je je je.)
-Les propongo un viaje al terreno luminoso de la razón, una nueva cruzada en pos de la verdad, desfaciendo definitivamente este entuerto.
(Geoge y las cruzadas, je je je.)
-Resulta paradójico que nos resistamos a desmitificarlo. Desde tiempo inmemorial se lo ofrece, se lo vende, se lo trueca, a diario la publicidad nos estimula asociándolo a productos: perfume atracción, coche manzana, cigarrillo orgasmo. Sólo el arte se mantiene al margen del progreso reflejando nuestra propia confusión, lo que es lógico, los elixires demandan mayor tiempo de añejamiento.
(George sensitivo, a otro perro con ese hueso.)
-Recuerden cuán doloroso fue en algún momento de la vida que el amor, como el hierro por el imán, es atraído por la riqueza.
Miradas perplejas, reflectores penumbrosos de la incredulidad, escudriñaban el asombro.
(¿Hasta cuando prolongará esta chanza macabra?)
-Incluso las religiones, en franco proceso de agiornamiento dogmático, quien calla otorga, no incriminan el abandono de los prejuicios por los sectores dirigentes. Corresponde a la era del utilitarismo, de la ciencia y la tecnología, legislar sobre el comercio amoroso. Desgajar el placer del sufrimiento para que nunca más se deba morir por él, como murieron Romeo y Julieta...
(¡Artistrasto! ¡Artistrucho!)
-El remate solo constituye una innovación formal. La Casa Shelby ha querido posibilitar al mejor postor la adquisición del amor. Una vez oblado el importe podrá disfrutarlo tranquilamente. Garantizamos que con este procedimiento se verán libres de complicaciones ulteriores: adulterios, despechos, cansancio, etc. En una palabra el paraíso terrenal al alcance de cualquier bolsillo.-
La desilusión empañó el ánimo de los que habían concurrido atraídos por el afán de lucro.
(Entonces va en serio. ¡Qué mal habremos hecho para merecer la senilidad de George!)
Hasta los que tardaron en bajar de la higuera dejaron de reírse.
Los hippies en cambio, estaban en la gloria.
Pasado el primer instante de rubor por la exhibición del tío,sus familiares escuchaban con indulgencia.
(Debemos respetar la voluntad Divina: Los locos son de Dios.)( Afortunadamente escondimos las mejores colecciones.)
¡Esto es un abuso! Protestaban los de la liga de los remates, ellos no vinieron a escuchar los desatinos de un loco por más Shelby que sea. No querían perder más tiempo.
(¡ Esa gentuza! Hasta aquí llega su aliento ¡Pastasciuta, pescado relleno, empanada gallega! ¡Aluvión zoológico, trepadores!)
¡Qué saque a la venta las antigüedades!
(Je je je. George será loco pero no sonso.)
-¿Quieren mayor antigualla que el amor?- replica Geoge.
Los gritos se pierden entre chistidos Con ser muchos, en relación a la multitud eran muy pocos, solo algunos otros interesados los acompañaban. Y aunque el escándalo los atraía como a los que chistaban, optaron por retirarse tumultuosamente, una actitud rotunda en defensa de sus fueros. Si los remates dejaran de ser un negocio ¿dónde iríamos a parar?
-¿Cuánto vale el amor?- A George le daba trabajo conseguir una oferta.
–Compren ahora, este es el momento, habitualmente resulta más gravoso, los millonarios regalan joyas a las modelos, las norteamericanas suspiran por el amante latino, en Escandinavia gustan los morochos bigotudos.
-A la primera oferta bajo el martillo y ahorran dinero. ¿Cuánto dan por el amor?
La originalidad de su argumentación los divertía.
George comienza a exasperarse.- ¿Han pensado en los sacrificios que exige estar a tono con la moda? Pantalones que marcan las caderas y se introducen en la raya, corpiños que expulsan el pezón a la distancia, plataformas sobre las que se camina pisando huevos, faldas de gran exhibición y poco abrigo. Los hombres jóvenes con los pelos crecidos como monos y los viejos, por no ser menos, se tiñen, masajean, entretejen el cabello. Buena parte de nuestro precioso tiempo se disipa en tales menesteres.
(Danos fuerzas, Señor, para soportar tamañas groserías en aras de nuestros legítimos bienes)
Ya no le interesaba vender. Enardecido, ofrecía su revelación a voz en cuello.
-Después de someternos a penosos tratamientos de adelgazamiento, a feroces mutilaciones quirúrgicas en aras de una estética que no sé si llamar exterior, o sádica, nos consideramos liberados.
La primera fila se agitaba como una lombriz de utilería, en la segunda padecían el mal de San Vito, más atrás se rascaban la oreja.
-Aplicando un criterio semejante a la sociedad ¡el nudismo constituiría la panacea universal!
George remedaba a Gandhi, a Cristo. Un mártir puede pasar desapercibido... –Mientras nuestro espíritu sufre a mares por la inocencia perdida, derrama lágrimas de sangre cuando lo obligan a adaptarse a la prostitución. Sí, prostitución, no me miren así. Y lo voy a demostrar. ¿Quién de ustedes se anima a distinguir en la calle a una prostituta cara de una verdadera señora? ¿Y a un padre de familia de un sátiro? Solo por la posición y circunstancias.
Las damas de la sociedad, alto el porte horrorizado, también se retiraban.
(¡Qué escena horrible! Recuerdo lo elegante que fue siempre y me dan ganas de...¿dónde habré metido los calmantes?)
-¿Por qué me dan la espalda? Se van. Me dejan solo... ¿Acaso no los atrae la posibilidad de disfrutar un amor tranquilo hasta que tengan ganas? ¿Cuál será vuestra inhibición, el masoquismo secreto? ¿Es tan fuerte la diabólica conjura de falsedades que los sojuzga?
Su índice acusativo perseguía a los que se iban.
Los Shelby decidieron tomar medidas enérgicas
(Debían encontrar un juez que decretase la insanía. Pero ¿seguir removiendo el avispero? ¡Si reventase de un síncope!)
A los hippies, George, les daba lástima y hubieran ofertado si hubieran tenido con que, todo el circulante lo habían invertido en yerba. La consoladora alfombra de césped les ofrecía espacio para juegos eróticos. Un espectáculo adicional que atraía la atención de parte del público.
Durante la pausa George se había desinflado.
-En vista de la falta de interés por el amor en general, paso a vender el amor en particular. Comenzaremos con una mercadería pacientemente elaborada, el amor libidinoso, el de los ancianos que aspiran a desvirgar púberes de once años, el de las violaciones delictivas realizadas por hombres casados, el de las matronas menopáusicas deseosas de gozar a adolescentes imberbes, el amor contra natura que no desdeña órganos ni formas, por complicadas que resulten. Pese al decaimiento se le salían los ojos de las órbitas.
El desbande era masivo.
Un chusco le pidió que hiciera demostraciones en vivo, e iba a complacerlo.
El personal enviado para impedírselo no pudo ingresar al balcón.
Haciendo un supremo esfuerzo el primo Alcibíades, de 94 venerables años, se subió a una butaca para apostrofarlo.
“¡Estúpido! La trayectoria de la Casa Shelby, no se verá enlodada por la senilidad de un imbécil irresponsable. Tu calaña decadente allana el camino a las pretensiones plebeyas. Constituyes un baldón. ¡Basta ya! baja de ahí.”
Nunca se había sentido George tan confundido. Alcibíades era quien lo había rescatado de interludio parisien. Intentó tartamudear una respuesta.
-Estee... Quise expresar mi verdad... para que me comprendan, para que no la olviden...
“¡Cállate George y déjame terminar! ¡Hazlo por el recuerdo de la madre que te amaba tiernamente!”
-Es cierto... cuando las institutrices me trataban con cariño recibían una bonificación...
Nunca se llegó a saber quien armó el brazo del energúmeno que disparo el tiro.
Caído sobre el balcón en postrer saludo, una rosa cubrió la túnica de George a la altura del pecho y los pétalos se marchitaron sobre el jardín.